Desde la primera guerra mundial que estalló en 1914, el capitalismo mostro su cara de calavera a la humanidad, desatando la primera destrucción masiva de millones de seres humanos y cantidades incontables de fuerzas productivas, que habían costado muchas decenas de años de trabajo a las clases trabajadoras de los países que participaron en esta enorme carnicería. Pero esto solo era el comienzo de lo que Lenin calificó como el Imperialismo (El dominio de la economía mundial por unas cuantas multinacionales), entendida esta como una época de guerras y revoluciones. El periodo de entreguerras culminó con el ascenso del fascismo en Alemania y su dominio por casi toda Europa, como escribió Trotsky en 1932, en sus textos sobre el ascenso del fascismo en Alemania, todos los países imperialistas se preparaban desesperadamente para la guerra que desatarían a finales de la década del 30, con horrores muy superiores a los de la primera guerra mundial; un saldo aproximado de 48 millones de muertos de los cuales la URSS puso 26 millones, más el horror del lanzamiento por parte de los Estados Unidos, sobre un japón ya derrotado en agosto de 1945, de dos bombas de plutonio radiactivo, que destruyeron por completo las ciudades de Hiroshima y Nagasaki y que hoy las generaciones de jóvenes provenientes de esas regiones siguen pagando con muertes súbitas debido a la alteración genética sufrida por los millares de sobrevivientes afectados por la radiación.
De la segunda guerra, ante el desastre y destrucción ocurrido en las potencias europeas y Japón estas quedaron exhaustas, surge como gendarme mundial y primer productor de armas el imperialismo norteamericano, que se benefició de la producción y venta de armas en todo el mundo. De inmediato los Aliados (EEUU, Inglaterra y la URSS) se reparten el mundo como cotos de caza, en los pactos de Yalta y Postdam. Luego viene la guerra fría, contra la Unión Soviética y la justificación de la producción sistemática de armamento de todo tipo, lo más peligroso ha sido la construcción de miles de bombas atómicas con capacidad de destruir decenas de veces el planeta entero. En realidad, la fabricación de armas es una salida en falso del sistema capitalista para paliar la crisis económica estructural del sistema productivo, puesto que la acumulación de capital y la competencia por el mercado no permiten producir más bienes de producción a la industria capitalista, sin que sobrevengan de inmediato las crisis de sobreproducción, la recesión y el desempleo masivo y los craks económicos y financieros serían más recurrentes y profundos, a su vez las guerras sirven a los imperialistas como mecanismos de acumulación por desposesión y colonialismo, así es como se pretende resolver hoy la invasión de Rusia contra Ucrania, repartiendo la riqueza del país entre los imperialismos más fuertes, o la solución de un cinismo inimaginable, que plantea el dúo del exterminio Trump-Netanyahu, para convertir a Gaza después de culminado el Genocidio contra el pueblo palestino, en un veranadero de las cadenas hoteleras gringas. O los ataques recientes de Trump-Netanyahu contra Irán, es el intento colonialista de adueñarse de la riqueza petrolera y gasífera de ese país y su estratégica posición geopolítica. Pretenden con las bombas, y los asesinatos selectivos de las cabezas del régimen reaccionario de los Ayatolas, volver a instaurar un régimen como el de su antiguo cipayo el Sha Reza Palevi, expulsado por la revolución iraní de 1979 y curiosamente recibido por el régimen panameño de la época. Solamente el pueblo Iraní es quien tiene el derecho y puede decidir sobre su propio gobierno.
El desarrollo del capitalismo en el último siglo ha tenido una evolución que de conjunto es terriblemente regresiva, podríamos decir inversa, en el sentido de que se mueve en contra del progreso humano y su supervivencia, porque fomenta su destrucción, es decir un retroceso en lo que concierne a este modo de producción, que en su periodo inicial significó un amplio desarrollo de las fuerzas productivas, en el último siglo, ha mostrado que si bien los números de la producción crecían y se acumulaba riqueza por los grandes capitalistas, al tiempo venían ocurriendo una serie de fenómenos económicos y políticos, algunos exacerbados como las guerras mundiales, que han significado la destrucción en masa de fuerzas productivas y de millones de seres humanos, también la instauración de la guerra y la agresión armada, o la imposición de regímenes dictatoriales, como medio de colonización e imposición de políticas imperialistas de sobrexplotación a los pueblos de los países coloniales y semicoloniales en el mundo entero, el periodo neoliberal desde hace más de 50 años, le dio un toque de milagro económico a la masividad y globalización del aparato productivo capitalista, a la vez que oculto de formas variadas los graves daños que la ciencia descubría y las terribles consecuencias para el planeta y para la humanidad que traía aparejado el desarrollo del capitalismo en el planeta. El hambre de algo así, como mil millones de personas y cerca del 85% de la población mundial se considera pobreza moderada, esta miseria y pobreza endémicas, son el signo mayúsculo de que el sistema está contra el progreso humano, pero hace décadas es conocido el deterioro ambiental, las razones del calentamiento global y los desastres y exacerbaciones de fenómenos naturales y desastres que cada año ocasiona el cambio climático, que como escribió algún científico en los años 90, es un tren que ya salió y no tiene como parar, solo podemos mitigar sus efectos o frenar un poco su velocidad que se desboca con la voracidad de los multimillonarios que dirigen la política en este mundo.Con Trump, Netanyau, Putín y demás “lideres mundiales” a la cabeza, lo que hacen es hundir el acelerador de las crisis, climática, ambiental, económica y política y una serie de crisis globales, como si fuera poco van provocando guerras a diestra y siniestra, hasta llevarnos muy cerca de la tercera guerra mundial (con bombas atómicas), que significa sencillamente el fin de la civilización humana que hoy conocemos.
Ya en la mitad del siglo XIX, cuando Marx y Engels, publicaron el manifiesto comunista, sobre el análisis de que el desarrollo de las fuerzas productivas del sistema capitalista tenía graves contradicciones con las relaciones sociales de producción establecidas, las cuales solamente se podrían superar con un nuevo modo de producción, sin la propiedad privada del capital, es decir que se daban las condiciones para pasar a la construcción del socialismo a nivel mundial, el cual desarrollaría enormemente las fuerzas productivas para el bienestar de la humanidad y además permitiría conservar el equilibrio metabólico del que hablara Marx, Mas tarde Rosa Luxemburgo, antes de la conflagración de la primera guerra mundial sentenciaría con razón la dicotomía, “Socialismo o Barbarie”,
Ahora, un poco más de un siglo después, el imperialismo sobrevive, arrastrando a la humanidad y la naturaleza misma, muy cerca de niveles de destrucción que ponen en peligro la existencia de la civilización humana, peligros como la guerra atómica, la amenaza de uso de bombas atómicas se usa en un lenguaje desbocado por las potencias imperialistas y militares que la poseen, contra pueblos inermes como Ucrania o Irán. Cuando no los someten al genocidio impune, como lo está haciendo Israel con Palestina. La guerra como actividad sistemática ligada intrínsicamente a la producción de armamento, sobre todo del imperialismo norteamericano que amenaza con la destrucción a quienes se oponen a sus designios, con la enorme capacidad destructiva de su armamento, en el que se incluyen los mayores avances tecnológicos, la verdad es que esta rama de la industria no constituye una fuerza productiva que ayude al avance de la humanidad o a la solución de sus problemas básicos, pues bien pronto se convierte en basura, de hecho, para darle uso al armamento ese, se tienen que destruir otras fuerzas productivas y sobre todo la más importante, los humanos; el armamento de los imperialistas es una fuerza destructiva contra la humanidad, contra la naturaleza y contra la civilización.
Pero hay más, el capitalismo, el sistema de la ganancia y de la producción de mercancías, obligatoriamente tiene que tener ganancias todo el tiempo y acumular sistemáticamente, (de lo contrario entra en crisis severas), no importa que para hacerlo destruya y contamine la naturaleza y el medio ambiente, pues la ley de hierro del sistema es producir para ganar mercados a menores costos y tener mayores utilidades, esto ha llevado a la superexplotación de los recursos del planeta, de la manera más peligrosa e indolente, hoy día, el consumo de combustibles fósiles conocido desde hace muchas décadas como uno de los principales contaminantes del planeta y principal responsable del calentamiento global, resulta ser que su producción y uso degradante del planeta, es conscientemente empujado por las multinacionales del petróleo, por los millonarios, por sus partidos y dirigentes políticos, además han creado la escuela del negacionismo del daño ambiental, contra los estudios y evidencias científicas sobre el cambio climático, como si esto fuese poco, con el auge de la derecha en el mundo, tenemos a su más peligroso exponente como presidente de la mayor potencia del planeta, el señor Trump.
La velocidad del cambio climático aumenta a un ritmo desproporcionado por cuenta de las ganancias de un puñado de billonarios que dirigen la política mundial, estamos según los científicos del clima a pocos años del punto de no retorno, es decir un punto en el que por más que hagamos esfuerzos. el deterioro climático y ambiental se torna en un ciclo irreversible y desastroso para la civilización, en pocas palabras el capitalismo nos lleva a toda velocidad por el camino del desastre y al fin de nuestra civilización como la conocemos hoy día, por dos vías, la guerra y la crisis climática.
Por último, los científicos atómicos de la Universidad de Chicago, en enero de 2025, hicieron un ajuste al llamado “Reloj del apocalipsis”, creado en 1947, estábamos en enero de este año a 89 segundos del colapso de la civilización, pero gracias a Trump, Netanyahu, Putin y toda la pandilla de cómplices a nivel mundial, las amenazas del colapso se multiplican, seguramente nos quedan uno pocos segundos para actuar, por supuesto que hay muchos otros daños de este sistema depredador, que se quedan en el tintero, pero presentarlos y describirlos no es el propósito de este artículo. Todo esto puede sonar a catastrofismo, pero lo contrario es sencillamente inconciencia del mundo que vivimos, de lo cual también es responsable el sistema, que aliena de mil modos y maneras a la clase trabajadora y las masas populares, afortunadamente una de las experiencias que más nos ayudan a adquirir conciencia política de la situación, son las huelgas y las luchas obreras y populares contra las desastrosas políticas neoliberales de los gobiernos de los empresarios y el imperialismo, tenemos que enfrentar el desesperado intento del imperialismo de descargar su crisis sobre el resto de los países con la nueva política arancelaria de Trump, la xenofobia contra los migrantes y ahora el expansionismo militar con la OTAN y la agresión militar contra Irán. Los pueblos del mundo tenemos denunciar estas agresiones, movilizarnos masivamente para exigir el final de la guerra contra Irán, acabar con el genocidio de Israel en gaza y parar la guerra avasalladora del imperialismo ruso contra Ucrania.
LOS RESPONSABLES DEL DESASTRE
Los gobiernos de Estados Unidos e Israel son los responsables del genocidio en gaza. Comencemos por exigir a los gobiernos de nuestros países, a denunciar el genocidio, a romper relaciones diplomáticas y comerciales con el estado genocida de Israel, para que cese el horror y la masacre.
El ataque a Irán no es parte de una serie desconectada de agresiones independientes de Israel, forma parte del plan imperialista de los Estados Unidos de mantener su dominio y una sola potencia militar en la región, con armas atómicas (Israel), que subyugue a los demás países en el medio oriente y mantenga la dominación y el pillaje de los recursos naturales de petróleo y gas, de que se dispone en toda la región, por eso no pueden permitir que Irán tenga armas nucleares, pues Israel, perdería el monopolio del terror en la región, como ocurrió en el pasado con Corea del Norte.
Los gobiernos imperialistas como Trump, Putin y demás guerreristas y explotadores depredadores de la naturaleza, junto a la Unión Europea, que hoy se alinea con Trump para rearmar la OTAN, destinando el 5% del PBI al armamento que en su mayoría será comprado a Estados Unidos, potenciando su parque militar industrial. Se preparan para más guerras y agresiones, sacrificando los recursos del bienestar social de sus pueblos.
Los pueblos de Oriente Medio y los pueblos del mundo no quieren más guerras ni destrucción de sus ciudades y sus hogares, ni atrocidades como el genocidio en Gaza,
Los pueblos quieren la paz, una paz justa y duradera, por eso debemos unirnos internacionalmente para exigir el cese de los bombardeos y las agresiones, se necesita el desarme nuclear y parar con la producción de armamento de destrucción masiva. Hay desactivar todas las bombas nucleares, y trasladar el gasto militar de las potencias más grandes a la lucha contra el cambio climático y la degradación ambiental. Esta es una lucha por nuestra sobrevivencia como civilización, que no tiene fronteras o nacionalidades, es una lucha urgente y muy necesaria para detener las principales fuerzas destructivas que ha engendrado la voracidad capitalista, como el gobierno Trump y su sede de terror en Oriente Medio el gobierno genocida de Netanyahu.
Lucas Guerrero
Movimiento Alternativa Socialista. Panamá Junio 25-2025
IV Internacional
www.alternativasocialista.org.pa